Resumiendo un poco

23 11 2008

Lima, 7 de noviembre, 11:42 p.m., salía del baño de un bar barranquino en busca de una cerveza y algún chico con el que pasar un buen momento. Me tomó la mano y me dijo casi tartamudeando si quería bailar. Alto, castaño, ojos claros, estaba bueno y dije: Ok

Bailamos un regaetton de esos que no sabes ni quién diablos lo canta (en serio, cantan??). Bailaba genial, era un chico con ritmo que , felizmente, no parecía gay,  tenía un perfume espectacular (estaba practicamente drogada por el señor Banderas). Estaba dicho, él era mi noche.

Una noche que terminó en semanas, por que salimos durante semanas,  él me llamaba y no me llamaba, yo no lo llamaba y me olvidaba de su existencia (deseaba hacerlo, muy hueco). R resultó ser toda una joya, quiso dejarme plantada una vez para terminarlo todo pero yo me olvidé de esa cita porque no la apunté.

Al final, le dije sabes no podemos seguir con esto, se supone que era una noche y punto y yo solo quiero divertirme (demasiado sincera) y él se puso rojo, no dijo nada por unos segundos y me dijo: Esta bien, nos despedimos y se fue.

A los dos días me llamó con una vocecita de niño al que le han quitado su juguete preferido y me preguntó si quería salir con él, acepté (ERROR). No debí hacerlo, se apareció en Miraflores con rosas blancas en la mano, encantador, conversamos de cosas banales por un momento y , al parecer, se había leído el periódico por una semana seguida porque no dejaba de preguntarme qué me parecía esto  y qué me parecía el otro, cuando una semana antes no sabía ni quién era el primer ministro.

Después de una hora de intentar besarme y de que la conversación decayera, decidí decirle la verdad. Sorry, no puedo estar contigo, me gustas, sí, pero eres muy calabacito. Se puso rojo, no dijo nada, se levantó de la mesa y se fue. Me sentí aliviada.